Podemos ser enviadas a cualquier lugar del mundo, país, cultura, situación social, lo cual implica una disponibilidad real a lo largo de toda nuestra vida.
Nos comprometemos con otros al cuidado de la Creación, al servicio de la vida, de la paz, de la justicia y de la sanación, allí donde sea más necesario.
Discernimos las prioridades misioneras como “cuerpo”, como Institución, teniendo en cuenta las necesidades del mundo emergente, con prioridad por los más pobres y por los lugares en los que la iglesia está menos presente
Insertarnos en la propia cultura o en otra, nos exige estudiar el idioma, las condiciones socio económicas y culturales, y las creencias religiosas del lugar, practicando la escucha y el diálogo generativos.
La inculturación implica intercambios de valores y complementariedad.
Igualmente supone apertura a las situaciones complejas y desafiantes que nos puedan tocar vivir.
Dejamos que el contexto cree en nosotras una nueva conciencia misionera: No tenemos las respuestas, sino que las descubrimos junto a otros.