Háblame de ti, a grandes rasgos.
Me llamo Pilar Serrano. Nací en Lerma (Burgos), en una familia de 5 hermanos. Al cumplir 8 años murió mi padre. Hice el Bachillerato Laboral en el internado de las Franciscanas Misioneras de María, de Burgos, y a los 19 años entré en el Instituto FMM.
¿Cómo conociste a las FMM?
Las conocía por mis años de colegio con ellas y también porque tenía ya una prima en la Congregación. Además, las había visto en mi pueblo donde iban a impartir animación misionera.
Como misionera, ¿a qué lugar fuiste enviada?
Después de mi formación religiosa inicial cursé enfermería en Madrid, donde teníamos una Escuela de Enfermería, y fuí monitora en la misma.
Me enviaron a Senegal. Tras una breve estancia mi destino fue Níger, país mayoritariamente musulmán, pero con una minoría de cristianos muy viva y significativa.
Algo de lo que te impresionó al llegar.
La mitad del Níger es desierto.
En la comunidad. De ocho hermanas, éramos de seis nacionalidades.
La acogida por la gente del país.
Nuestra misión con los más pobres.
La iglesia, tan distinta, tan comprometida, la unidad entre todos.
¿En qué proyecto o trabajo participaste principalmente?
Trabajé en el Hospital Nacional, en el servicio de contagiosos. Estuve allí 17años. Afrontando graves epidemias cíclicas de sarampión y meningitis. No había vacunas. Tampoco sitio en el hospital, a veces 4 niños en una cama. Uno no se puede acostumbrar a la muerte de los niños.
En este periodo viví dos grandes sequías en las que moría hasta el 80% del ganado. Y entre las sequias las hambrunas. Tampoco puede uno acostumbrar a estas hambrunas. Te marcan. No trabajábamos solas, lo hacíamos con Cáritas y otras Instituciones, en proyectos internacionales. Estas experiencias aportan mucha riqueza.
Despues fui enviada a Togo.
Vivíamos en un pueblo a 25 Km. de la frontera con Burkina Faso. Teníamos una comunidad de franciscanos muy cerca y compartíamos todo con ellos, la Pastoral, las reflexiones, el culto. En el norte, donde estábamos, también los cristianos éramos minoritarios.
Teníamos un Centro de Salud completo: Un centro nutricional para toda la zona, el 50% de los que venían a él procedían de Burkina Faso, Gana y de Níger. Teníamos dispensario y maternidad y mucho trabajo en los pueblos a los que íbamos con medicamentos. El proyecto de las FMM era la prevención de la salud y el desarrollo sanitario y el desarrollo de los pueblos de nuestra área sanitaria, (agua, escuelas, alfabetización, salud, vacunas, etc.) Yo trabajé en un proyecto sufragado por Manos Unidas, de formación de Matronas Tradicionales. Teníamos niños hospitalizados, hasta el 80% sacábamos de la malnutrición. En verano se hacían trabajos para integrarles en las escuelas y se creó un colegio y luego un Instituto que en estos momentos es el mejor de la zona. Manos Unidas pagó la construcción y la gente del pueblo colaboró aportando piedras, arena… También trabajamos en alfabetización de mujeres y en la creación de proyectos que ellas mismas pudieran llevar a cabo, para que fueran las artífices de su desarrollo, con actividades generadoras de beneficios: elaboración de jabón, incluso realización de pequeños huertos, con tomates, soja, etc. Trabajé en un proyecto para sacar a la epilepsia de “la sombra” (No considerarla fruto de ninguna hechicería) y en otros proyectos con los hermanos Salesianos y de la Salle, sin mucho dinero, pero sí con mucho compromiso.
Despues comenzó el tema del Sida. El gobierno nos dio la posibilidad de hacer las pruebas en nuestro dispensario y considerarle un Centro oficial, aunque no nos daba recursos. En total pasé 20 años en Togo.
Despues pasé a Burkina Faso donde estoy en la actualidad, a 10 Km. de la capital. Trabajé en el dispensario que tenemos muy frecuentado desde diversas localidades.
Ya retirada del trabajo de sanidad vivo al servicio de nuestra provincia religiosa, acompañando a jóvenes en su formación y en la actualidad comprometida en un proyecto “agro pastoral” muy interesante. Estamos intentando revalorizar unos terrenos que nos pertenecen, abandonados por falta de personal, de manera que su productividad haga autosostenible nuestro Centro de Nutrición. Con personal de los pueblos estamos mejorando los cultivos que ya había, mangos y cítricos y cosechando soja y morenga, cuyas hojas secas y convertidas en polvo contienen muchas proteínas, esto sería para la venta y para utilizar, sobre todo en el Centro de nutrición. La verdad es que estoy aprendiendo mucho. Y aunque, como en cualquier otra actividad, hay que entregarse, yo lo hago con gusto, tengo claro que el fin es un servicio a los hermanos.
En toda esta dilatada vida misionera, ¿Echaste algo de menos?
Se experimenta, en ciertas ocasiones, lugares, ante graves problemas, una soledad grande. Se echa de menos el poder conversar con alguien, en profundidad y en la misma lengua.
Algún desafio importante por el que pasaste y cómo lo superaste.
La insidiosa pregunta que me viene a la mente en la actualidad:” ¿Qué hago todavía allí?” ¿“No es suficiente…”?
Luego habla el corazón que tira para la misión y enfoca las cosas.
¿Qué has aprendido de aquellas gentes?
La acogida, el compartir a todos los niveles, la alegría de vivir, el diálogo religioso, incluido con el Islam… una riqueza muy grande.
Ahora que estas próxima a partir de nuevo, ¿qué pensamiento, sensación, sentimiento, te viene?
La alegría de volver a casa.