Háblame ti a grandes rasgos.
Me llamo Pilar Pérez. Nací en Haro (Logroño) en una familia de dos hermanas. Yo era la mayor. Hice formación Profesional, rama administrativa, y trabajé en una oficina. Entré en la Institución religiosa a los 21 años.
¿Cómo conociste a las FMM?
Justamente durante mi formación, la profesora que nos daba taquigrafía nos dictaba de un libro que se llamaba: “Ella, y ¿Tú…?” Se trataba de la vida de una Franciscana Misionera de María, vasca, Teresalina, que muy joven, fue enviada a Paquistán, donde murió asesinada.
Como misionera, ¿A qué lugar fuiste enviada?
Primeramente, estuve en nuestro Colegio de Burgos, donde estudié Magisterio y ejercí como profesora de Primaria durante algún tiempo. Despues, en una expedición de 30 hermanas, todas enviadas al exterior, me correspondió ir a Siria, a Damasco, principalmente para aprender la lengua árabe. Las franciscanas Misioneras de María llevaban tiempo colaborando con los armenios, que en aquel momento construían su iglesia y como anexo una guardería. En ella formamos después a las monitoras y educamos a los niños en el aprecio mutuo, sin distinción de religiones. Para los musulmanes éramos mujeres de oración y nos respetaban. Un sacerdote del país, de los Hermanitos de Foucault, nos introducía en las familias para celebrar la Eucaristía en las casas, donde nos acogían con su característica hospitalidad. Muchos conocían a nuestras hermanas que trabajaban en el hospital gubernamental. Después de cinco años y habiendo aprendido la lengua, me enviaron a Egipto, donde permanecí hasta 2007.
Algo de lo que te impresionó al llegar.
Me impresionó la pobreza de toda clase en el Alto Egipto, y su contraste con la riqueza de la antigua civilización de los faraones, Alejandría, Luxor, son ciudades impresionantes y muy cosmopolitas.
¿Qué factores fueron los más decisivos para tu adaptación?
El interés y el amor que tenía por la misión que me confiaron y por la iglesia copta católica en la que me tocó vivir.
¿Echaste algo de menos?
Pues la verdad es que no. Me sentía como si hubiera encontrado el tesoro o la perla preciosa de la que habla el evangelio.
¿En qué proyecto o trabajo participaste principalmente?
Siempre con los más pequeños en la guardería. También en la catequesis. Teníamos que sostener la fe de los cristianos, minoría muy desfavorecida en medio de millones de musulmanes. En el Alto Egipto trabajábamos con los Padres Franciscanos en zonas rurales, tanto en el ámbito de la salud como en el de la enseñanza, abriendo caminos y puertas tanto a los cristianos como a los musulmanes, visitando a los niños en su ambiente familiar e inculcando convivencia. Lo que más aprecian es la Salud y la Paz. Y procuramos dársela.
¿Podrías dar algún ejemplo de desafio importante por el que pasaste?
El más importante el estallido de la guerra en Oriente Próximo. Tuve ocasión de ser repatriada pero no acepté. También sufrimos por un terremoto que afectó a nuestras construcciones, tuvimos que reconstruir nuestra guardería. Nos veíamos afectadas por la violencia que ejercían los musulmanes contra los coptos ortodoxos, minoría que consideraban población de segunda categoría. Ellos llevaban tatuada la cruz en su muñeca, si se la veían era suficiente para no darles trabajo. Quemaron una vez iglesias y hubo víctimas. Para ellos son mártires. Ellos se consideran los verdaderos egipcios y están verdaderamente orgullosos de ser cristianos.
¿Cómo superaste estas dificultades?
Todas estas situaciones las podíamos vivir sencillamente porque las hermanas, que éramos de diferentes nacionalidades, estábamos muy unidas y por la fe en Dios y en la Institución que nos sostenía.
¿Qué aprendiste de aquellas gentes?
Aprendí a vivir en sencillez, hospitalidad y generosidad. También aprendí la sumisión del Islam al Dios misericordioso.
Cuando piensas en aquellos años, ¿Qué sensación, sentimiento, pensamiento…te viene?
Que “lo que uno siembre se cosechará”. Aunque no hablemos perfectamente su lengua, todo el mundo conoce el lenguaje del amor. Mi amor por ellos sigue vivo. Pienso en ellos, rezo por ellos y a veces en su lengua y se les confío al Señor.